A mi horno, esta noche,
le ha faltado leña.
Tu mano, aún extraña,
ha dejado sentir su ausencia
y el ansiado calor de tu cuerpo
ha dejado paso al gélido silencio
de mis sábanas.
Mi cuerpo se ha resentido
y escucho con qué insistencia
reclama tus dulces caricias.
Le escucho gritar tu nombre
con los primeros rayos de sol
que han atravesado
el cristal de mi ventana.
Por eso, esta mañana,
ha sido diferente,
ha sido hermosa,
y mi viejo cuerpo…
vuelve a sentirse vivo
y ansiar tus dulces caricias.
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