con un sentimiento de rechazo
anclado en la memoria,
y hacerlo llevadero,
suele ser pesada carga
para un corazón herido,
para un alma destrozada.
Y siempre el asfalto
de por medio
como fiel compañero
con sus negros y tortuosos trazos,
sus lumínicos paisajes
y sus profundas quebradas
como horizonte más próximo,
como único recuerdo.
Pero aún conservo
una gota de sal
en la mejilla,
resto olvidado
de alguna lágrima furtiva
o, tal vez,
de esta brisa mediterránea
que siempre me acompaña.
Esta tarde volveré
a contemplar la puesta de sol
que siempre me espera
puntual
y a poniente.
Pedro Vera Sánchez, Trinidad.
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