Aquel hombre, en su anonimato y
cargado con
toda su soledad,
esparcía unas
migajas de pan
a las voraces
palomas
sentado en
un banco de la plaza
con la
esperanza de que el sol mañanero
calentara tantas
noches al raso
acumuladas
en su alma.
La gente, a esas horas,
ocupaba las
mesas
amenizando
el aperitivo con sus charlas
mientras los
niños correteaban
tras las palomas
interrumpiendo
el ir y venir
de los camareros.
Era víspera de Reyes.
Pedro Vera Sánchez, Trinidad.
Unas palomas y otras, unas gentes y otras, unos Reyes y otros.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Amando por tu visita.
EliminarUnos Reyes con trono y otros destronados.
Así es la vida.
Saludos.