me incita, retorcido de amores
tan intensos como el calor
de tu mirada abrasadora.
¡Cuánto sentir!
¡Cuánta fantasía erótica!
La corriente de tus caricias
me estremece
(me turba)
y la seda de tus manos
hace tambalear
los cimientos de mi cuerpo,
como la marea,
con sus ímpetus desatados,
y siento el palpitar de mi vientre
cuando suspiras junto a mí
(jadeante).
Es lento el tránsito,
es tierno y, aún así,
desfallezco
(desvalido)
por la enormidad de tu cuerpo...
Sufre,
sufre y no digas nada, amor.
Amor, calla.
No digas nada.
(Trinidad)
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