Esa noche,
la luna espejeaba
surcando el
aire como barca de hielo
evitando que
su boca la envolviese
con su manto
de aire azabache
para
ocultarla a los ojos del mundo.
Sólo la
tenue luz de unas estrellas
se atrevió a
asomarse
a saludar tu
reflejo de luna menguante
medio oculta
entre nubes.
Ajenos a la
noche, invisibles a la luna
tras el acto
sublime
intenté
girarme y acariciar tu oído
con voz
parda
y sin poder
evitarlo
preso quedé,
exánime,
en mi grito
de amor.
Fue la luz gris
azulada de la amanecida,
que inundaba
el lecho,
la que nos
invitó a cerrar los ojos
en un
intento vano de conciliar el sueño.
Pobre ilusa
la luz:
desconoce el
fulgor de tus hogueras,
la lava del
volcán de tus besos,
la suavidad
y el tacto de tu piel.
Desconoce
que desnudo tu alma cada día
para
engalanarla de palabras y caricias,
exigua cuota
de amor
de mi
corazón henchido.
Pedro Vera Sánchez, Trinidad.
Un corazón henchido vive y dice cosas sublimes, siente y viste al amor con sus mejores galas. Felicidades por este poema.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Francisco.
EliminarEl 24 de junio tengo, dentro de la programación mensual que coordino, el recital de poesía erótica y, como no podría ser menos, vamos calentando motores.
Un abrazo y me consuela, al tiempo que me alegra, que te haya gustado.
Bello amanecer de dos almas enamoradas
ResponderEliminarGracias Elena.
EliminarYa va tocando el conocernos personalmente.
Abrazos.
Un gran poema que destila comprensión, connivencia...realidad del amor que sigue día a día...
ResponderEliminarMark de Zabaleta
Gracias de nuevo Mark por tu visita.
EliminarSaludos.