A pesar de las
violentas sacudidas de esta terrible catarsis, la vida continúa su ritmo
aunque, ciertamente, aminorando su paso hasta hacerlo tan pausado como, tal
vez, requiere la vetusta y maltratada “piel de toro” que nos aloja.
En mis años mozos
despedí a familiares, amigos y vecinos que, ansiosos de una vida mejor, cambiaron
aquellas ligeras carabelas que alojaban las ilusiones de Colón y su séquito,
por viejas maletas atadas con cuerdas que, con algún mendrugo de pan y un par
de mudas a lo sumo, abarrotaban los convoyes que, cansinos y humeantes,
trasegaban su presente a otros países donde les aguardara un futuro incierto
que prometía ser mejor.
Pasaron los años,
cambiaron los hábitos de vida, regresaron nuestros paisanos y… desaparecieron
las viejas y entrañables locomotoras, tan hartas de vomitar carbonilla por sus
erguidas chimeneas como ligeras de equipaje, para dar paso a lujosas máquinas
que producen atascos monumentales a las entradas y salidas de cualquier ciudad
en cualquier época del año.
El esfuerzo de
muchas almas, con su corazón encallecido pero sabedoras de las necesidades de
su prole, llevó al país, con sus agrietadas manos, a un estado de relativo
bienestar que hizo posible invertir la dinámica y les permitió ver a sus hijos
escolarizados y con unos niveles de cultura que jamás ellos habrían imaginado
desde su más arraigado analfabetismo, noble herencia familiar tan común como
denigrante e injusta.
Hoy, cuando el
siglo XXI ha consumido un 13% de su haber, los hijos y nietos de aquellas
denodadas generaciones, pululan nuestras calles, hacen posible la agricultura y
el comercio, se desenvuelven con facilidad en las nuevas tecnologías y se
expresan en varios idiomas. Obtuvieron el usufructo de tanto esfuerzo y
cambiaron aquella dinámica para decir alto y claro que otra vida es posible si
se pone empeño y tesón.
Son gente preparada…
Gente “pre-parada” que vuelve a divisar
el mismo horizonte y a pisar las mismas huellas dejadas por sus antecesores
pues, los cambios de ciclo, como la propia vida, no paran.
(Trinidad)
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