Tus ojos,
retazos de sueño
descubriendo este mundo,
me observan
(sin reconocerme)
y permanecen entreabiertos.
Tu llanto,
como dulce almíbar,
acaricia mis horas de desvelo
que olvidan el paso de la noche al día
... y se pierden
confundidas con el rosicler de la mañana.
Tu corazón,
sedientas hojas lobuladas,
se ahoga en la fuente blanca,
(como nieve de enero)
de mi pecho.
Mis ojos,
descargan entonces toda su bondad
en ti, en sorda conversación
que fluye pura
como espuma de la aurora,
como agua que resbala.
Pedro Vera Sánchez, Trinidad.
Pedro Vera Sánchez, Trinidad.
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