Poco a poco vimos que cayó la tarde
y la música siguió sonando queda
disfrutando el roce de tu piel de seda
observo atónito que mi cuerpo arde.
Tu mirada clavada en mis pupilas
quedaba en su camino remansada
mientras tú, a mis hombros abrazada,
mantenías mis ilusiones encendidas.
La tarde poco a poco se marchaba
llevándose la eterna sensación
de que aquella piel que acariciaba
ya no era la quimera, la ilusión
que en mi mente, como lastre, anduvo anclada
dejando herido mi maltrecho corazón.
Pedro Vera Sánchez, Trinidad.
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