Al cobijo de una esbelta palmera
Miguel se despertaba y cada día
Insomne y condolido recibía
Galante la mañana en su arpillera.
Una brisa era su referente
El balido del rebaño y los aromas
Llegados de aquellas cercanas lomas
Hacían de ese vivir su confidente
Entre olores de tomillo y romero
Rozándole el esparto el pantalón
Nacían como tueras de su apero
Amargos desengaños "sine qua non"
Negándole una manta cada enero
Dejaban moretones cual un don.
Eran tiempos de nubes que enturbiaban
Zafios días que lentos caminaban.