Heme aquí
dispuesto a hacerte
un canto de madrugada.
Caracolillos
negros que te abarcan y te ahogan
hacen de tu negra fronda, la morada
en que reside tu poesía.
Un hálito de
vida da el vaivén a tu etalaje
y surge etéreo el numen hacedor.
Negras sombras
deambulan
bajo livianas gasas negras
entre la negra noche
e inquietos dragones se elevan,
henchido el ámbito
mientras se consume el tuero.
Un golpe de
tos mueve la pluma
y hace llorar el pergamino.
Tu cuerpo,
simple,
adornado de sarmientos que afloran
espadas,
parece quebrarse en su avanzar.
Mis ojos
tornan ríos
y en el ínterin navegan
versos ahogados
ebrios de la cíngara
áspide inquieta que a la urraca huye.
Ya, en el
ocaso de la noche
la fatiga rinde mi cuerpo a la silla.
Mientras…
me acaricia el alba.
Pedro Vera Sánchez, Trinidad.