El blanco de la mañana
tiñe a Cope de marfil
y el Sol que se despereza
erguido en él se refleja
mientras se despide Abril.
Es una mancha divina
que cabalga y va con prisa.
Le aguarda Calabardina
dormida tras la cornisa
de un Cabo majestuoso.
(Un gigante tan hermoso
como una fiera dormida.)
Es la estatua de un coloso
que le vigila celoso,
que tiene el alma vencida
cubierta de arena fina
llorando en cualquier “reoso”.(*)
Entre un clavel y una rosa
sus letras de plata brillan
y de lejos se adivina
esta frase tan hermosa:
“Te quiero Calabardina”.
El Sol, que sigue avanzando,
no olvida en su caminar
que el Cabo la está rondando
que la quiere enamorar.
Mientras le lanza su rayo
va quemando con cuidado
a ese Cabo enamorado
que está recibiendo a Mayo.
Con su brillo refulgente
llora a solas sus amores
bañando en sudor la frente
de tantos trabajadores
que de humilde proceder
vuelven al atardecer
cansados: Los Pescadores
con su pescado en la arena
y con su cuerpo empapado
a veces ¡Qué triste pena!,
para comer no han ganado.
Pero entre tanto la cala
no sabe a quién elegir,
cambia el color de su cara
cuando ha de decidir.
Por eso de madrugada
cuando bajan las estrellas
y la Luna está callada
juega en la playa con ellas
y les susurra al oído:
“Sé que estoy enamorada”.
Ahora le mece una ola.
Con la mirada perdida
se da cuenta que está sola.
Quiere ser la prometida
de un gran cometa con cola.
No quiere al Sol, ni al Gigante.
Quiere al cometa que brilla
y con él quiere casarse.
Cuando aparece la Luna ,
que llega en cuarto creciente,
entre canciones de tuna
nota que el cometa miente.
Ahora, con la Luna llena
en el agua reflejada
ahoga en el mar su pena.
Sabe que está enamorada
Calabardina,
(de su Cala y de su arena).
Pedro Vera Sánchez, Trinidad.
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