A pesar de este viento que no cesa
la mañana ha despertado soleada.
Mañana de primavera,
de árboles que apuntan sus primeras flores,
el azahar de los naranjos,
la flor de los perales…
y el tractor que no cesa en su run - run
como un martillo que se clava
a cada impulso de mi pluma,
a cada trazo, en cada línea.
Los rosales se muestran repletos de brotes
augurando sinfonías de aroma y color
ideal para pintar esta mañana soleada
de primavera, de árboles en flor…
y el tractor a su faena
con su incesante run- run.
Mañana plácida a través de la ventana,
preñada de hermosos recuerdos
de tiempos pasados, de momentos felices
únicos e irrepetibles
amenizada por el monótono run – run del tractor.
Pero la mañana continúa avanzando
y en su esplendidez me transporta
a otro mundo, un mundo idealizado
de plácida soledad, de recogimiento
abocado a dar rienda suelta a mi pluma
como tantas mañanas, como tantas noches
recordando a Valente y a Brines,
a Machado y a Hernández
a Lorca o a Quevedo.
¡¡Qué más da!!
Todos y cada uno de esos momentos
aparecen ahora agrupados en un haz
en esta mañana soleada de primavera
entre árboles preñados de flor
con el recuerdo de Delibes sobre mi mesa
mientras “Daniel el Mochuelo” y “El Tiñoso”
intentan, sin conseguirlo,
salirse de las páginas de “El Camino”
para volar, como vuela mi pluma
en esta mañana soleada de primavera
con el run – run del tractor como fondo
en su afán de devorar las cizañas
que pueblan el huerto tras la lluvia.
(Trinidad)
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